Portada del libro Vuelo sobre las profundidades.
Portada del libro Vuelo sobre las profundidades.
Calificación recomendado de Rehilete
Calificación recomendado de Rehilete

Reseña por Memo Fromow

Vuelo sobre las profundidades (2008)
José Agustín
Lumen
Libro: Crítica literaria

El mundo a ojo de acapulqueño: José Agustín como crítico.

De tan elegante y crítico que me he vuelto, a veces se me olvida que una vez fui un lector sencillo que pasaba sus páginas una a la vez, a lo mejor por eso se me atoró la aceituna de mi Martini (juntado, no revuelto) en la garganta cuando leyendo las páginas de este libro me reencontré con el siempre tan campechano José Agustín hablando tan desparpajadamente, tan llanamente de meras cosas del espíritu.


Con el estilo con que lo conocimos y que no abandonó hasta su muerte, Pepe Agus (si él se la vivía poniéndole a la gente como quería, creo que tengo el derecho de hacer lo mismo); repito, Pepe Agus visita algunas de las cumbres de la literatura universal con la rebeldía de un secundariano malhumorado en excursión escolar pero con la agudeza del lector veterano que ya lo ha visto todo. Justa mezcla de erudición con saludable sencillez, tan extraña por momentos dentro de un medio literario en perpetuo peligro de caer en su propia ilusión de superioridad.

Agustinacho me obligó a quitarme mi monóculo y volver a ser el mal rasurado universitarete que recorría los anaqueles de las librerías con su chamarrona dos números más grande y sin dinero, pero con mucha hambre de tinta, aunque en este libro no haga mas que antojarnos con más y más con libros que, aunque hoy se consiguen gratis en internet, el orgulloso dizque-adulto de entonces insistía en conseguir en formato físico aventurándose en las profundidades de las librerías de viejo. Sí señor, es bueno volver a los orígenes.

El libro se divide en 3 secciones: la primera es Josefino el Agustino revisando sus propias influencias: concretamente su aprendizaje bajo el ala de Juan José Arreola, después de separarse de Guillermo Rousset (otro señorón semi olvidado de las letras mexicanas) y su paso por el hoy extinto Centro Mexicano de Escritores. Además del siempre interesante camino del aprendiz de brujo, esta sección está llena de chismecito delicioso aunque bien frío en el que nos da idea de la dinámica y la importancia de la política en las instituciones culturales de entonces, valiosa lección para los ingenuos que aún creen en el arte por el arte, sobre todo en una nación donde las letras han estado siempre ligadas al poder, como son, prácticamente, todas, incluyendo la nuestra.

La segunda está compuesta por sus impresiones ya matizadas de muchos años de autores que conoció mayormente durante su juventud, pero más importante, pertenecientes al canon de la literatura y la cultura universal. Se nos presenta otra vez con viejos conocidos, pero presentados con un estilo tan lejano al habitual que parecemos estarlos conociéndolos por primera vez… la mayor parte del tiempo; en algunos de estos ensayos, apenas se hace poco más que encontrar una enumeración de autores o de datos que aunque curiosos, son de sobra conocidos, ejemplo de estos ensayos más bien modestos son aquellos dedicados a Nabokov, Conan Doyle o a la ciencia ficción…

O tal vez es el yo del presente, un poco más pedante, en este ejercicio de humildad que trato de hacer, a fin de cuentas, estoy bastante seguro que a los 17 años no conocía ni por sugerencia los antecedentes vitales y literarios de Vladimir Nabokov; de la relación amor-odio que el Dr. Doyle tenía con su propio personaje, Sherlock Holmes, o de la mitad de los autores de ciencia ficción que menciona en su ensayo, y permítaseme decir que no es poco favor conocer a Alfred Bester, Theodore Sturgeon o Philip K. Dick, de quien por cierto el niño Agustín hace una muy completa semblanza. En cuanto a lo demás ¿qué les digo? No tengo queja, lo que allí leí, ni mi orgulloso yo actual lo sabía. Tanto para los principiantes como para los snobs, este libro tiene algo que enseñarle a cualquier entusiasta de las letras.

Para la tercera sección, después de tanto vuelo internacional desde el SEARS donde Agustín, José (1944-2024) leía a los clásicos sin pagarlos, volvemos al producto nacional. Una sección más bien reducida en comparación con la anterior y que creo, podría haberse ampliado más, ya que solamente abarca a dos autores: su cuate Gustavo Sáinz y, bueno, el último prefiero dejarlo como una sorpresa al lector. Pero para no dejar esta sección sin comentario, diré que el texto referente a Sáinz es el prólogo a la última edición de Gazapo, de 2008, donde la leí por primera vez. Personalmente, no soy fan de Gazapo, ni la obra Sáinz la verdad, y sospecho que nuestro viejón le hace mucho favor en virtud de la amistad que los unió, pero eso no es asunto mío. Baste decir que, de nuevo, la guía de Joselito Agustinino fue clave para hallar el sentido en un libro que, si no es difícil, sí puede caer pesado.

La obra de Agustín es vasta y polifacética: va de la creación a la crítica, pero siempre es el mismo respondón que no teme hacerle al rascuache sin lima cuando juzga que la ocasión lo amerita, hasta cuando está comentando cosas muy serias y adultas. Porque después de todo, las letras son un placer, e intentar disimular el elemento puramente lúdico de los libros bajo capas a veces innecesarias de erudición para hacernos los serios puede hacernos perder el norte en cuanto a lo que la literatura es.

Agustincito, siempre lo tuvo claro, jamás pretendió jugar al importante ni hacer lucir a su labor más trascendente de lo que es. Es una lección que te hace sentirte joven otra vez.